Primer Desafío

Sólo quienes están dedicados en cuerpo y alma a la educación en casa podrán asociar su generoso apostolado con la cruz. Puesto que la cruz es la aceptación paciente de la voluntad de Dios, aun cuando es en contra de nuestra propia voluntad, podríamos identificar algunas de las cruces que tienen que enfrentar los padres que educan en casa.

Las tareas domésticas. Como todo padre educador sabe, no hay límite a las tareas domésticas que tienen que realizar. Los niños tienen que ser atendidos. Cuantos más jóvenes son, más atención constante necesitan. Tienen que ser alimentados, vestidos y limpiados. La compra se tiene que hacer, la casa tiene que ser mantenida en orden. El lavado y planchado de ropa tienen que ser hechos. El teléfono tiene que ser contestado. La comida tiene que ser comprada y preparada. No hay límite a las veinticuatro horas diarias que los dedicados padres deben ofrecer para proporcionar tan solo una educación normal a sus hijos.

“La cruz es la aceptación paciente de la voluntad de Dios, aún cuando es en contra de nuestra propia voluntad.”

Segundo Desafío: Responsabilidades sociales. Las familias no viven aisladas. Tienen amigos y visitas, personas que les llaman y personas fuera de la familia a las que atender. Los padres tienen su propia familia política con la que deben mantenerse en contacto. Los niños tienen sus amigos a los que visitan y a la vez reciben como invitados. Hay todo un negocio para proporcionar apoyo financiero a la familia, así como numerosas presiones del estado y otros organismos que constantemente interfieren en los asuntos familiares.

Tercer Desafío: No aceptación por los demás. A lo largo de los años, muchos padres que educan en casa me han dicho lo aislados que pueden llegar a estar de sus vecinos y amigos. Huelga decir que no todos los padres están involucrados en la educación en casa. De hecho, la mayoría no lo están. Hay pocas experiencias más dolorosas para los padres que hacen el sacrificio de enseñar a sus hijos, que la incomprensión y no-aceptación, la crítica abierta e, incluso, la oposición organizada a su apostolado en el hogar. Lo que hace esto aún más difícil es que estos críticos suelen ser miembros de la propia familia, abuelos, suegros y parientes.

Cuarto Desafío: Sacrificio de disponibilidad social. Combinar el cuidado de una casa con todas sus múltiples responsabilidades y, a la vez, participar en la educación en casa, no dudo en afirmar que roza la frontera de lo milagroso. Las prioridades que los padres dan a la formación de sus propios hijos, necesariamente implica renunciar a muchas relaciones sociales perfectamente normales y loables con otras personas. Esto es más que una cuestión de tiempo, es una decisión de prioridades. Los padres deben decidir qué es lo más importante ante Dios: asegurar la sana educación religiosa de sus hijos, o participar en relaciones sociales, perfectamente normales y profundamente satisfactorias, con los demás.